jueves, 5 de octubre de 2017

Cuphead: una pequeña joya de los años treinta





Saltando entre plataformas, esquivando como puedes a los enemigos mientras disparas con la mano abierta. «Cuphead» es una pequeña joya a descubrir. Su atrevido y caricaturesco apartado visual, inspirado en los dibujos animados de los años treinta, sirve de reclamo, pero es algo más que una cara bonita. Este título independiente, corto e intenso, reúne algunas cualidades singulares que atrapa al espectador en los primeros compases. La trama argumental es lo de menos, pero tiene su aquel. El personaje debe saldar una deuda que tiene pendiente con el diablo y, para lograrlo, debe superar todas las pruebas.

De sopetón, uno se encuentra con una aventura atrayente y dispuesta a jugarla. Es un juego de grandes ideas resueltas de una manera minimalista. Se trata de un amalgama de pequeñas pruebas, muchas y muy variadas, distribuidas en cuatro partes diferenciadas. Combina dos grandes estructuras, pero la correa de transmisión son la continua lucha contra jefes finales. Y sí, son más díficiles de lo que aparentan. Algunos se centran en la eliminación de un enemigo que cambia de dimensión y habilidades cuando se superan las fases, mientras que otras se centran en situarse en el género «run and gun» -dispara y corre- que presenta la aventura en un movimiento multidireccional, pero cuyo destino se ubica en un scroll horizontal.

El nivel de dificultad -a elegir según la prueba- va in crescendo. Algunas de ellas requiere de una cuidada dedicación. Comprender los movimientos de los enemigos, aprenderse los patrones y pensar en la siguiente combinación es el camino para superarlos. Es conveniente. De estos rivales se pueden encontrar desde un globo que se va agrandando, una patata gigante que se transforma en una hipnótica zanahoria o un conejo boxeador. Así que uno puede ir encadenando rachas de victorias, pero de repente se le atasca uno que pensaba de inicio lo derrotaría fácilmente.

La acción del simpático personaje con forma de copa de martini se centra en disparar continuamente, hacer piruetas, esquivar a los rivales justo en el momento adecuado, salvar las distancias para evitar el golpe final. Donde saca el mejor provecho el título es en lo relativo a su apartado audiovisual. Es magistral y creativo. Muy original. Pese a tratarse de una tecnología limitada en 2D, el extremado cuidado y los detalles curiosos como el icono de carga ganan el pulso al realismo.

Su ambiente propio de los años treinta se recrea en todos los aspectos, desde la iluminación, las sombras, la notable música y la presentación como el cine de la época, con esas imágenes rotas y ruidos. Gana fuerza, también, cuando se introduce el modo cooperativo local, que logra momentos asombrosos gracias a la aparición del hermano del personaje, Mugman. «Cuphead», pese a sus limitaciones y flaquezas, es un triunfo ingobernable de la estética hecha a mano como las animaciones de antaño (Disney, Warner) y la jugabilidad que apunta al corazón.

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